«Para no acabar haciendo el necio, prefiero no empezar haciendo el listo»
William de Baskerville («El nombre de la Rosa»)
«[…] sin embargo, imaginando órdenes falsos habéis encontrado algo…»
Adso de Melk («El nombre de la Rosa»)

jueves, 27 de junio de 2013

«A Dios no se le ve mucho por aquí»… Espíritu y elaboración de la ausencia



Hay una tremenda ausencia, se le percibe en el ambiente. La lectura de Hechos de los Apóstoles que narra el acontecimiento de Pentecostés lo describe así: Jesús está ausente. Interesante modo de hablar: está sin estar. Se parece al modo de hablar de la Promesa: está sin estar… aún; y al modo como hablamos de las cosas importantes de la vida: el amor, la libertad, la felicidad, la verdad, la amistad, todas ellas en realidad siempre están ausentes, no se ven. Vemos gestos, rostros, mas no son lo mismo, y no obstante, es mejor ver eso que nada, aunque sepamos que un rostro no es el amor, a veces sólo a través de un rostro podemos percatarnos un poco de su presencia.
En nuestro mundo Dios está ausente, no se le ve. La soledad toca cada vez más, y con mayor profundidad más vidas. La humanidad está ausente también… hay muchas personas tiradas en las calles, en las recámaras, en los desiertos. Hay quien se pregunta ¿dónde está Dios? ¿dónde está el amor? ¿dónde están los seres humanos? Aunque pocos se atreven a preguntarse ¿dónde está tu hermano?
Las ausencias invaden y el miedo nos vuelve ausentes, escondidos detrás de la máscara, detrás del deseo de felicidad-con-el-mínimo-riesgo-posible, detrás del mí mismo aparentemente imposible de romper, debajo de los buenos deseos.
Es curioso, parece que el «Espíritu» es una forma de asumir la ausencia (no de evadirla, ni taparla, ni suavizarla, sino de asumirla). Definitivamente a Dios no se le ve mucho por aquí, pero sí se ven muchos rostros desconocidos y de desconocidos. En realidad, al hablar del Espíritu, se habla de una promesa capaz de romper toda atadura y temor, incluso la de no ser comprendidos: en Pentecostés, todos entienden, pero para ello tuvo que romperse la paz del encierro, de la propia tranquilidad. No es algo que se provoca, cae como del cielo, simplemente pasa, es una gracia (las personas o situaciones que nos tensan y “ponen a prueba” no son escogidas, sólo llegan).
Escuché a un hombre que vendía paletas en la calle que empezó a hablar de Dios con otra persona. ¿Se entendieron? No. Pero por un momento, ese hombre se comportó como testigo de algo mucho más grande que él… que su medio de ganarse la vida. Se rompió algo… él mismo. A través del Espíritu, esa “ausencia” de Dios que nos permite hablar de él con mayor apertura (se experimenta más comodidad al hablar del ausente) y responsabilidad (recae sobre mí lo que diga sobre él), todo ser humano se descubre atravesado por algo que supera su autoestima, sus proyectos, sus derechos. ¿Quién puede dar paz a otro? Nadie, excepto quien toca en carne propia su dolor sin temor, sin amenaza de resentimiento y venganza: “la paz esté con ustedes… y les mostró las manos y el costado”. Quien tiene el valor de mostrar sus heridas, sin esconderse, sin amenazas ni deseos de venganza, dando paz ¿de dónde sale? Ese ser está ausente, ¿mentira? No, ausencia… está por aparecer. La ausencia es hacer un  espacio en nuestro mundo. ¿Dios está ausente? Es hora de hacerle un lugar en el mundo, ¿la humanidad está ausente? Hagámosle un espacio en nuestro mundo. Lo propio del Espíritu no es el poder ni la victoria, sino hacer lugar, espacio a otros, hacerlo juntos, por eso es amor… y si no se le ve, es porque hay que hacerle un espacio. El Espíritu no está en el interior, sino en el espacio que hacemos a otros… en el espacio que creamos con otros.

1 comentario:

  1. Los dioses sentados en sus tronos de nubes han desaparecido... ya Dios y sus ángeles y sus santos no pueden ser vistos en las gloriosas nubes de nuestros cielos... los paradigmas han cambiado. En el espacio abierto y cerrado de nuestro universo Dios está ausente, no hay nubes dónde se pueda sentar, pero así está mejor, porque nos lleva a buscarlo donde no está: como ese lugar vacío encima del Arca de la Alianza donde su ausencia siempre estaba presente para los judíos... como en ese momento en que Gabriel anuncia la ausencia divina a María que tomará un lugar en este universo en la carne humana. Los paradigmas han cambiado pero no así la ausencia de Dios que sueña tener un lugar entre los humanos.

    ResponderEliminar